jueves, 13 de septiembre de 2007

Otavalo


Al regreso de Cuicocha, Juan Alex me llevó a la casa de su hermana Eva y su esposo Hernán, quienes serían mis anfitriones hasta el sábado en Otavalo.

Los otavaleños son el equivalente de los paisas en regionalismo. Sólo en Medellín he escuchado tantas alabanzas! Es un pueblo pequeño, muy turístico por su famoso mercado de los sábados, el cual fue la razón de hacer tiempo en Ibarra, para que los días me coincidieran.

Eva, la hermana de Juan Alex, es sólo dos años mayor que yo, es casada y tiene dos hijos. El mayor, Juan Francisco, tiene 10 años y la chiquita tiene 4 y se llama María Celeste.

Eva me acompañó al lechero, un árbol grande que creció solo en medio de un bosque de eucaliptos. La subida allá fue muy difícil, casi 5 Km. en subida (ven Mateo y Jorge Felipe como ha mejorado mi estado físico?). Llegamos al árbol cuando yo ya estaba pensando que si hubiera ido sola me habría regresado.

La vista es impresionante. Se ve por un lado todo Otavalo y por el otro el volcán Imbabura (que le da el nombre a la región), a orillas del lago San Pablo.

Luego caminamos de nuevo, hasta el parque del cóndor, un parque de rehabilitación de fauna, donde tienen aves rapaces y de rapiña en cautiverio y hacen demostraciones de vuelo. Lo promocionan como una fundación de rescate, pero realmente no es impresionante y su impacto ecológico es nulo, pues las pocas aves que son liberadas regresan diariamente a comer al parque y generalmente nunca se adaptan al medio ni se reproducen.

Finalmente ese mismo día, fui con Eva a la cascada de Peguche, donde los indígenas locales celebran el Inti Raimy o solsticio de verano el 24 de Junio, bañándose en la cascada a media noche y haciéndose limpiezas rituales. Es un lugar muy lindo y con una energía súper fuerte... y un agua helada!

En la noche fuimos al bar de Nacho, un amigo de Eva y de su hermana Anita. Estaba también Bladimir, otro amigo, que nos dió un mini-concierto de guitarra, a pesar de que tenía la mano vendada por una fisura en un dedo.

Todos en Otavalo fueron súper queridos conmigo. Hasta ahora no puedo más que agradecer la buena suerte que he tenido, al encontrar personas maravillosas en el camino.

El viernes fuimos a Ilumán, pueblo de Chamanes... pero esa aventura merece un capítulo aparte.

Ahí les dejo todas las fotos!

Cotacachi y Cuicocha



El siguiente paseo fué al pueblo de Cotacachi y la laguna de Cuicocha.

A Cotacachi me llevó Juan Alex, otro nuevo amigo del couchsurfing que coincidencialmente trabaja con Olivier Pierard.

Me dejó en la calle principal del pueblo, recorrí los almacenes, más antojada que nunca, pero ni modo de comprar nada. Primero porque no puedo cargar más peso y segundo, porque no tengo tanta plata, es decir que viajo o compro cosas y creo que la elección es obvia.

Sinembargo no por eso dejé de darle gusto a la vista almacén por almacén. Cotacachi es famoso por sus artículos en cuero hechos a mano. Son hermosos, en un cuero suave y con unos diseños increíbles. Quería llevarmelo todo.

Luego fuí al Museo de Historia de las Culturas, donde Diego García fué mi guia.

Almorcé en el pueblo y me fuí en bus a la laguna de Cuicocha, un lago volcánico (es decir el cráter de un volcán lleno de agua). El volcán aún está en actividad y se observan las burbujas que lo demuestran. El agua es azul, pero no hay vida acuática por el alto contenido de azufre.

La vista desde el mirador es impresionante y quiero aclarar que es bien arriba, así que no crean que obtener estas fotos para ustedes fué trabajo fácil! Tuve que subir a pié.

Los dos sitios fueron muy bonitos. Es impresionante la gran cantidad de población indígena en Cotacachi, todos aún utilizando sus vestidos tradicionales y cargando los bebés en la espalda.

Luego de estos paseos, Juan Alex me llevó a Otavalo, a quedarme donde su hermana Eva y su esposo Hernán, hasta el sábado... En la próxima entrega continúa la historia.

LUIS POTOSÍ


"Quiero hacer yo del arte
mi mayor fé de vida
Quiero hacer de mi vida
mi mejor obra de arte"


Luis Potosí nació en San Antonio de Ibarra en 1937. Modelaba en arcilla desde niño, luego esculpía en piedra y finalmente se dedicó a la talla en madera.

A partir de 1957, luego de graduarse en artes plásticas en en instituto "Daniel Reyes de San Antonio", estableció su propio taller-escuela donde ha recibido más de 300 pupilos, lo cual le ha dado el nombre de "Maestro de maestros".

Ha recorrido el mundo entero mostrando su obra; cuando me muestra sus recortes de periódico y me recita la lista de los lugares en los que ha expuesto, me quedo realmente impresionada. Bélgica, Alemania, Museo del Louvre en París, la Capilla Sixtina en Roma... en fin, es asombroso hasta donde ha llegado este ecuatoriano.

Don Luis me explicó la historia de cada una de sus obras, inspiradas en su mayoría en la pareja y la familia. Títulos como "Luna de miel", la cual describe como una de sus obras más perfectas, "Derechos humanos" y "El origen de la vida" ilustran la temática de su obra y su enfoque artístico.

Me contó que sus obras son inspiración propia, no le gusta trabajar por encargo, porque siente que se ve restringida la creatividad artística.
La galería muestra arte precolombiano, indígena, clásico, moderno y abstracto. Mientras me describe cada pieza y la forma en que se inspiró y la elaboró se nota el amor que le tiene a su arte.

Se observan tallas en una piedra llamada "Andesita" por ser oriunda de la región andina, la cual fué el material que utilizó antes de descubrir la madera y enamorarse de ella.

Mientras caminamos por la galería le pregunto si tiene familia. Tantas obras inspiradas en la familia como "la célula primaria de la sociedad", según sus propias palabras, hacen que uno se pregunte como será la familia de este increíble artista.

"Tengo 7 hijos y 18 nietos", me contesta. Ninguno de ellos, mujeres en su mayoría, se dedicó al arte de su padre. "Pero se dedicaron a criar sus propias familias" y esto, para don Luis, es lo más importante.

Terminamos de recorrer la inmensa galería, le doy la mano para agradecerle y me abraza y me dá un beso. "Tiene que llevarse algo de regalo", dice y tomando una escultura de una de las estanterías que representa una famila, me la entrega con una sonrisa.

Salgo del taller con los ojos llenos de lágrimas.



Espero que esta historia llene las expectativas de entrevista. Margara y Juan, mil gracias por mis credenciales de reportera! Estoy feliz! Van a ver todas las exclusivas que les consigo. Juan, decide tú el título de esta entrevista. no se les olvide que cuando salga el reportaje en la revista le prometí a don Luis enviarle un ejemplar!

San Antonio de Ibarra


Comencé pues a explorar los alrededores de Ibarra. La primera parada fué San Antonio.
Es un pueblo famoso por sus maestros artesanos que trabajan principalmente la talla en madera.

En Pasto, María Mercedes me había hablado de Luis Potosí, un famoso escultor que ha recorrido el mundo con su obra. Leí un poco sobre el en la internet y me fuí a buscar su taller en el pueblo.

En la mayoría de tiendas de San Antonio no me permitieron tomar fotos a las artesanías (no sé si se les escapaba el alma o algo así), así que cuando llegué al almacén de Luis Potosí, me presente inmediatamente ante la vendedora como reportera de la revista "Pasajeros" y le pedí tomar unas fotos. La señora fué supremamente amable y me permitió no sólo ver la tienda, sino también tomar fotos en la galería privada del señor Potosí.

Tomé fotos de casi todas las obras, a cual de todas más bonita y luego, cuando estaba aún embelesada con las tallas... apareció Luis Potosí en persona... y me concedió una entrevista exclusiva.

San Miguel de Ibarra o simplemente Ibarra


Llegué a Ibarra en la noche y Olivier Pierard me esperaba en su oficina, como a 6 cuadras de la terminal de transportes.

A Olivier lo conocí también por el sistema de intercambio, pero esta vez no "The Hospitality Club" sino "Couchsurfing" (www.couchsurfing.com).

Olivier es belga de nacimiento, pero ha vivido mucho tiempo en América Latina, pues trabaja en proyectos de desarrollo, está casado con una mexicana y tiene tres hijos. No todo el tiempo vive en Ibarra, pero felizmente para mí se encontraba aquí en las fechas en que yo venía.

Me quedé dos noches en su casa y fué una experiencia muy bonita. Olivier es muy culto, como buen europeo y conversamos mucho acerca de todo, de política a viajes pasando por el calentamiento global. Además disfruté en su casa de deliciosos panes, quesos y vino Boliviano que nunca antes había probado.

Ibarra, la llamada "ciudad blanca" si es una ciudad, de hecho más grande de lo que me la imaginaba, pero de blanca no tiene nada. Los habitantes alegan que se debe a que los temblores obligaron a derrumbar la mayoría de los caserones antiguos (que si eran blancos), pero nada que hacer: La ciudad blanca sigue siendo Popayán.

Caminé por sus calles, fuí a mercados parecidos a los Sanandresitos colombianos, pero donde los vendedores son básicamente indígenas, vestidos aún con sus vestimentas tradicionales.

Fuí a comer helado de paila en la tradicional heladería "Rosalía Suárez", la cual fué inaugurada por la propia Rosalía en el año 1896. Hoy en día es atendida por su bisnieta, pues Rosalía murió a los 104 años de edad.
El helado de paila es tradicional de la región y se prepara de una forma singular: En una ponchera ponen una cama de paja, sobre ella hielo con sal en grano (para conservar el frío) y encima una paila de bronce con el jugo de fruta. La paila se vá girando sobre el hielo y el jugo que se va congelando en las paredes de la paila va siendo raspado y retirado. El proceso se repite hasta que se congela la totalidad del jugo. Los helados son deliciosos!

Lo más interesante de Ibarra son los alrrededores... pero esa es una historia nueva.

martes, 11 de septiembre de 2007

Tulcán


La salida de Colombia fué sin problema. El bus de Ipiales me llevó a Rumichaca y me dejó a unos 300 metros de la frontera.
Caminé hasta las oficinas del DAS, donde me sellaron el pasaporte y me revisaron el pasado judicial.

Muchas personas me habían advertido de las autoridades ecuatorianas, diciendo que generalmente no eran amables, pero no tuve ningún inconveniente. Me sacaron todo del morral para revisarlo, me revisaron los papeles y me expidieron la Tarjeta Andina.

Allí en la frontera tomé un bus a Tulcán (10 minutos aproximadamente) y visité el cementerio que es muy famoso por sus esculturas vivas en pino.

Hay cientos de figuras esculpidas por diestros jardineros que mantienen el sitio en una limpieza perfecta. Las figuras son pulidas permanentemente y ni una sola rama se sale de su sitio.

Hay que reconocer que es cierto el dicho ecuatoriano, de que en el cementerio de Tulcán, provoca morirse!

Las Lajas


Salí pues para Ipiales, en un viaje de 2 horas y media. Una vez en el terminal tomé un taxi con destino al santuario de las Lajas.

Me he acostumbrado a visitar infinidad de templos de todas las religiones durante los viajes, simplemente por la energía que emanan y los increíbles detalles de sus construcciones, pero esta vez reconozco que se me salieron las lágrimas ante el espectáculo que tenía en frente.

El taxista muy amable, paró en un mirador de la carretera, para que yo mirara el santuario de lejos y me contó la historia.

Hacia el siglo XVIII, una niña indígena sordomuda llamada Rosita, vió en ese lugar a la Virgen y habló por primera vez para decirle a su mamá que "la mestiza con el mesticito" se iban a caer al agua.
En ese lugar se construyó la primera capilla que finalmente derivó en el templo más increíble si se tiene en cuenta que está construído en un cañón de un río, sin ningún tipo de ingeniería ni estudio de suelos.

El camino que lleva allí, debe ser recorrido a pié y es en bajada (pueden imaginarse que casi me muero en la subida de regreso con mis 10 kg de equipaje a la espalda) y está lleno de ventorrillos con escapularios, velas, recordatorios y sinnumero de baratijas alusivas a la Virgen de las Lajas.

El imponente santuario se levanta en medio de un paisaje perfecto y las faldas de las montañas que bordean el camino hasta sus puertas están llenas de placas conmemorativas y de agradecimiento a la virgen de las Lajas por los milagros recibidos.

No pude evitar detenerme en el velatorio y prender una velita por mis papás y otra por todas aquellas personas especiales que me rodean y me envían sus mejores deseos en este viaje.

Luego regresé a Ipiales y emprendí mi camino a la frontera Colombo-Ecuatoriana.

La Cocha



Hace un par de años ir a este lugar era imposible por razones de "orden público". Sinembargo hoy en día hay una base militar que garantiza la seguridad de locales y turistas que llegan en bandada a visitar este paraíso natural.

Contrario al lago artificial Calima, cerca a Cali, la Cocha es una laguna natural con una isla pequeña en el medio, a la cual se llega en lancha desde un muelle de madera.
En la isla hay un sendero ecológico que más parece extraído de un libro de cuentos, con una biodiversidad increíble. Las orquídeas crecen en abundancia, se respira un aire puro y tan frío, que se pueden ver frailejones en el recorrido.
El sendero lleva finalmente a un mirador desde donde se observa toda la laguna inmensa y se siente una energía increíble.

Uno de verdad pensaría que está en otro planeta, si no fuera por la cantidad de basura que los turistas arrojan alrrededor del mirador y los letreros en los postes de madera que dicen cosas como "Yeferson y Zoraya 1998". Pido además disculpas a los Nariñenses por el letrero gigante de UdeA (Universidad de Antioquia, de la cual soy profesora), escrito con liquid-paper en uno de los postes. Tratamos de educarlos... pero no se dejan!

Finalmente almorzamos en un restaurante con ambiente de chalet suizo, con manteles a cuadritos que de nuevo te hacían sentir en otro lugar. Allí me comí la mejor trucha al ajillo de la historia y un postre de Chilacuán, una especie de papaya pequeña, pero que en realidad sabe parecido al durazno.

En la noche regresamos a Pasto, fuimos a comer a Míster pollo, donde experimentamos el temblor de 6.2 Grados en la escala de Richter que sacudió El Charco, en la costa pacífica, pero se sintió muy fuerte en Pasto. Gracias a Dios no hubo consecuencias graves!

La mañana siguiente salí hacia Ipiales... Pero esa ya es otra historia.

Pasto y los pastusos

Continuando pues con las historias de viaje, Darío y Merce me dieron un tour por Pasto.

La ciudad es más grande de lo que yo me la imaginaba. Estuvimos en la plaza principal comiendo helado de chupón (una especie de híbrido entre bolis y raspado), me tomé fotos frente a la iglesia y al edificio donde una vez estuvo preso Simón Bolivar.

Hay que reconocer que los chistes sobre los pastusos son crueles, pero también hay que reconocer que la fama no es gratuita.
Fuimos Merce y yo a sacar plata de un cajero electrónico y habían alrededor de 10 personas adelante de nosotras. No se imaginan lo que nos demoramos. El promedio era de 4 intentos por persona antes de que el cajero les diera plata. Un señor bloqueó su tarjeta por meter el pin equivocado. Otro trataba de hacer la transacción con el casco de la moto puesto y como obviamente no veía nada, el señor que estaba detrás en la fila le gritaba: "Ahora meta la clave, pues", "Ahora ponga cuanto quiere, pues"... En fin, nos reímos muchísimo y concluímos que pastuso.... es pastuso!

lunes, 10 de septiembre de 2007

Pasto y Chachagüí




Iba pues hablando con Darío camino a Pasto.

Me contó que su novia había hecho también un viaje sola a suramérica en carro y que seguramente nos caeríamos súper bien.

Darío es de Pasto, pero vive en Cali. Iba de viaje a ver a su novia y pensaban llegar hasta la laguna de la Cocha ese mismo día para quedarse allí el fin de semana.
Luego de un par de horas hablando acerca de todo, me ofreció alojamiento en casa de su hermana en Pasto. Cinco minutos después me dijo que tenía que conocer a su novia y a un amigo de él que vive en una finca ganadera en Chachagüí, que es el sitio de veraneo de los pastusos). Los llamó por teléfono y en diez minutos habían cambiado todos los planes. La novia y el amigo nos recogerían en el pueblo y de ahí nos ibamos a la finca.

Todos se deben preguntar, al igual que ellos, como no me dió miedo irme con unos desconocidos... pero de nuevo les respondo que uno tiene un sexto sentido para el peligro y Darío no tenía cara de nada más que de buena gente.

Llegamos pues a la finca y allá tuve oportunidad de conocer mejor a estos tres personajes.

Al amigo de Darío le dicen Goyo. Es un tipo de esos que prefieres tener de amigo que de enemigo, pero que no puede ser más buena gente y generoso.
Desde chiquito le ha gustado el campo y su pasión son los gallos de pelea. Tiene muchísimos y los sábados vá sin falta a la gallera.
Esta fué mi primera experiencia con el mundo de los gallos y es dificil de describir.
Los animales son hermosos y la cría es una pasión para todos los involucrados... pero no dejan de provocarme náuseas las peleas.

Y por último la novia de Darío. No la dejé al final por ser la menos importante, sino todo lo contrario.
Tumaqueña de nacimiento, pasó muchísimas dificultades en su vida. De treinta años tiene un hijo de 15 que juega con los profesionales del deportivo pasto y al que ella apoya completa e incondicionalmente.
Puedo decir sin temor a equivocarme que es una de las mujeres mas increíbles que he conocido. Verraca a mas no poder, desprendida, generosa y con un alma transparente.

Este trío fué mi guía por Pasto, me introdujo al mundo de la gallería, en el cual estoy segura, no me quedaré...
Pero no puedo estar más agradecida. En los 3 días que pasamos juntos les logré tomar un cariño entrañable.

Popayán


La despedida en el terminal de Medellín fué triste y alentadora a la vez. Mis papás me dieron mil bendiciones y hasta decidieron quedarse con un solo ángel de la guarda para los dos, para prestarme el otro (el de mi mamá) a mi. Asi que que podría pasarme con dos ángeles de la guarda?

Margarita y Juan fueron a despedirme también y me llevaron mi nuevo equipo de defensa personal... Un spray de pimienta. Ahora sí, que puede pasarme, con una navaja, un spray de pimienta y dos ángeles de la guarda?

Además me nombraron corresponsal para la revista "Pasajeros", la cual ellos publican regularmente y se distribuye en las terminales de transporte... asi que ahora sí, daré un brinco a la fama!

La sensación era de vacío en el estómago, la combinación de terror y amor a lo desconocido se apoderó de mí... aunque solo unos minutos porque obviamente me quedé dormida a las tres (a la una, a las dos y a las tres!).

El viaje fué bueno, llegué a Popayán hacia el medio día, almorcé en el terminal y me fuí a buscar un hotel... con tan buena suerte que a dos cuadras del terminal encontré el "Cacique Real", atendido por la payanesa más amable de Popayán, estoy segura! Me dejó un cuarto irrisiblemente barato y me dió indicaciones de lo que debía conocer en Popayán.

El nombre de ciudad blanca lo tiene bien merecido. Es pequeña, con personas amables y pocos sitios turísticos para visitar.

Fuí al pueblito Patojo (segundo gentilicio de los payaneses), subí al morro de Belalcázar (foto arriba) y entré de tour al festival gastronómico.

En la noche compré pan, queso y jamón para hacer sánduches y regresé al hotel a comer y dormir.
Utilicé el electrodo (resistencia pequeña que sirve para introducirla en el agua y calentarla o esterilizarla) para hacer café y dormí como un bebé.

Al día siguiente me fuí al terminal a tomar el bus a Pasto. En la sala de espera de Expreso Bolivariano conocí a Darío, un encanto de tipo con cara de buenagente, al que le pregunté a que hora salía el bus, me preguntó a dónde iba y contesté a Brasil. Eso llamó su atención y nos fuimos hablando todo el camino a Pasto...

La historia continúa en la próxima entrega....

Las fotos pueden verlas en la lista de la derecha en "todas las fotos"