martes, 11 de septiembre de 2007

Las Lajas


Salí pues para Ipiales, en un viaje de 2 horas y media. Una vez en el terminal tomé un taxi con destino al santuario de las Lajas.

Me he acostumbrado a visitar infinidad de templos de todas las religiones durante los viajes, simplemente por la energía que emanan y los increíbles detalles de sus construcciones, pero esta vez reconozco que se me salieron las lágrimas ante el espectáculo que tenía en frente.

El taxista muy amable, paró en un mirador de la carretera, para que yo mirara el santuario de lejos y me contó la historia.

Hacia el siglo XVIII, una niña indígena sordomuda llamada Rosita, vió en ese lugar a la Virgen y habló por primera vez para decirle a su mamá que "la mestiza con el mesticito" se iban a caer al agua.
En ese lugar se construyó la primera capilla que finalmente derivó en el templo más increíble si se tiene en cuenta que está construído en un cañón de un río, sin ningún tipo de ingeniería ni estudio de suelos.

El camino que lleva allí, debe ser recorrido a pié y es en bajada (pueden imaginarse que casi me muero en la subida de regreso con mis 10 kg de equipaje a la espalda) y está lleno de ventorrillos con escapularios, velas, recordatorios y sinnumero de baratijas alusivas a la Virgen de las Lajas.

El imponente santuario se levanta en medio de un paisaje perfecto y las faldas de las montañas que bordean el camino hasta sus puertas están llenas de placas conmemorativas y de agradecimiento a la virgen de las Lajas por los milagros recibidos.

No pude evitar detenerme en el velatorio y prender una velita por mis papás y otra por todas aquellas personas especiales que me rodean y me envían sus mejores deseos en este viaje.

Luego regresé a Ipiales y emprendí mi camino a la frontera Colombo-Ecuatoriana.

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