martes, 4 de diciembre de 2007

Las Misiones Jesuitas


Visité las ruinas Jesuitas de Trinidad en Paraguay y de San Ignacio Mini en Argentina. Los pueblos jesuitas fueron construidos bajo un modelo estándar, por lo que los 28 pueblos restantes, que conforman las misiones jesuitas, varían en su ubicación grado de preservación, pero no en estructura, así que estas dos ruinas me dieron una idea muy buena de lo que fueron las misiones.

Eran pueblos organizados por los religiosos jesuita, regidos por el orden militar que los caracteriza, por lo que fueron supremamente productivos y eficientes. Esto despertó la admiración de algunos blancos, el deseo de unirse a ellos de miles de indígenas, pues vivir en los pueblos jesuitas les garantizaba la conservación de muchas de sus costumbres y a vez la educación de sus hijos, pero también despertó la envidia de otras ordenes religiosas y la avaricia de las coronas española y portuguesa, por lo cual fueron finalmente expulsados de los dominios españoles en 1767 y los pueblos quedaron abandonados.

Todos los pueblos tenían similitudes arquitectónicas y organización idéntica. El centro del pueblo correspondía a la iglesia con arquitectura barroca. Al frente de la iglesia estaba la plaza pública dónde se reunía a los pobladores, se escuchaba misa y se realizaban matrimonios colectivos.

Alrededor de esta plaza se ubicaban las viviendas de los caciques y las familias importantes. Para mantener el orden se conservaban ciertos privilegios a estas familias y cada una se encargaba de dirigir a sus clanes, siempre bajo la supervisión de los padres jesuitas.

Más hacia el exterior estaban las casas comunes de los pobladores. En los pueblos había alrededor de 140.000 habitantes, entre los cuales solo 4 a 6 eran padres jesuitas.

Hacia la parte de atrás de la iglesia estaba la huerta, donde las familias recibían dos parcelas para cultivar. Una para ellos y otra "para Dios". Los productos de la segunda se usaban para la comunidad, los asilos de ancianos y los tributos a la corona.

A un lado y otro de la iglesia estaban los talleres de artesanos y el colegio y atrás de la iglesia la plaza privada de los padres con su residencia. Todos los pueblos, 30 en total, tenían la misma estructura física y social.

Este estilo de reducción, permitía la evangelización no violenta de los indígenas guaraníes (que no por eso dejaba de ser evangelización, con la consecuente pérdida de costumbres, mitos, leyendas e identidad cultural), pero permitió también un intercambio artístico y cultural que más que perjudicar a las comunidades, como lo hicieron otras ordenes religiosas, fomentaron un intercambio cultural y obtuvieron una amalgama artística y laboral que enriqueció en muchos sentidos a ambas culturas.

Los jesuitas aprendieron el guaraní, lo escribieron (los guaraníes solo tenían tradición oral) y le compusieron reglas gramaticales, por lo cual es un idioma muy bien preservado y de aprendizaje obligatorio en el Paraguay.
Además enseñaron música, artes y manualidades, conservando en gran medida instrumentos nativos y técnicas autóctonas.

Valió la pena la visita a las misiones, pues los jesuitas demostraron que si era posible un intercambio cultural más que una invasión religiosa. No deja de ser evangelización, pero los efectos y los resultados hay que reconocer que son muy diferentes!

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